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miércoles, 25 de julio de 2012

A 60 años

Recordar la muerte de Eva, ocurrida el 26 de julio de 1952, es cada año un nuevo desafío, un nuevo dolor. Mucho puede decirse de “esa mujer”, Evita, en la mitología peronista, o “la abanderada de los humildes” frase que la identifica siempre junto a su pueblo trabajador.
Su vida, fue siempre una vida de sufrimiento y privaciones. Una triple discriminación, opina Galasso, marca su historia desde pequeña: -por hija natural–por mujer y por pobre. La marginación y la falta de horizontes la forjan rebelde, solidaria y apasionada.
En Buenos Aires, dónde llega a los dieciséis años, intenta abrirse paso en el mundo del espectáculo a través de un arduo camino de humillaciones, desaires y frustraciones.
Es, cuando conoce a Perón el momento que se conjuga y desencadena toda esa energía apasionada contenida por años y que le permite anudar su pensamiento con la práctica cotidiana, sólo  a manera de ejemplo mencionamos, la Fundación Eva Perón que lleva adelante y su incansable lucha por los trabajadores y por el reconocimiento de las mujeres.


Su libro, que fue tomando forma en su agonía final, “Mi mensaje” dictado entre marzo y junio de 1952 la describe mejor que cualquier palabra posible, con su inmensa grandeza y amor a los necesitados y a su patria: “Quiero demasiado a los descamisados, a las mujeres, a los trabajadores de mi pueblo y, por extensión, quiero demasiado a todos los pueblos del mundo, explotados y condenados a muerte por los imperialismos y los privilegiados de la tierra. Me duele demasiado el dolor de los pobres, de los humildes, el gran dolor de tanta humanidad sin sol y sin cielo como para que pueda callar."
"Si todavía quedan sombras y nubes queriendo tapar el cielo y el sol de nuestra tierra, si todavía queda tanto dolor que mitigar y heridas que restañar ¡cómo será donde nadie ha visto la luz ni ha tomado en sus manos, la bandera de los pueblos que marchan en silencio, ya sin lágrimas y sin suspiros, sangrando bajo la noche de la esclavitud! ¡Cómo será donde ya se ve la luz, pero demasiado lejos, y entonces la esperanza es un inmenso dolor que se rebela y que quema en la carne y el alma de los pueblos sedientos de libertad y justicia!"
Y sigue diciendo más adelante “Todo lo que se opone al pueblo me indigna hasta los límites extremos de mi rebeldía y de mis odios, pero Dios sabe también que nunca he odiado a nadie por sí mismo, ni he combatido  a nadie con maldad, sino por defender a mi pueblo, a mis obreros, a mis mujeres, a mis pobres “ grasitas” a quienes nadie defendió jamás con más sinceridad que Perón y con más ardor que Evita.

Basta ahora, para finalizar agregar que a esa triología de carencia, marcada por Galasso, de sus primeros tiempos se va a sumar otra no menos significativa y que marca su lugar simbólico de “insoportable”. Nos referimos a mujer, bella e inteligente. Tres cualidades personales que están destinadas al rechazo y la subestimación de un grupo social enmarcado en la ideología de “los buenos como los blancos del norte”. Cualquier asociación con la actualidad queda librado a l@s inteligentes lector@s. 

Mirta Rivera

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